13 ene 2010

Lhasa de Sela

Escuchando nuevamente los discos de Lhasa de Sela, a partir de su reciente fallecimiento, cae sobre mí un torrente de recuerdos que se avivan con la intensidad y claridad que el tiempo da a éstos, que escondidos en lo más profundo del subconsciente esperan el menor incentivo para brotar indiscriminadamente. Así vuelven esos días, esas personas, ese balcón, esos sillones, esas tardes bebiendo cualquier cosa con una Lhasa de fondo que no paraba de cantar, llenándonos de su nostalgia, de su melancolía, de su tristeza, pero también de su alegría y esa voz tan especial que se cuela hasta las mismas entrañas y que nos enseñó que el alma prende fuego cuando deja de amar, ella que llegó por casualidad (así como llegan las mejores cosas) a mis oídos, con sus rimas tan torcidas en un tiempo (ahora lo veo claro) fue parte esencial de mi soundtrack cotidiano; dándole sentido (ahora lo comprendo) a una época en la que parecía que todo tenía sentido, será acaso que Lhasa inyectaba algo de su origen hippie y hacía ver todo bien? Quizá. Hace ya cerca de cuatro años de aquella época, Lhasa falleció apenas iniciado el 2010 y este post es un pequeño homenaje, sólo por el hecho de que Lhasa, para la gente del Snobground siempre tuvo las palabras indicadas para hacernos sentir.

Lhasa, criada por sus padres hippies, arriba de una combi, sin ir a la escuela, sin recibir una formación formal, viajando, viviendo en una comuna hippie, siendo parte de un circo; ya sea cantando en español, inglés o francés se daba el lujo de decir que ya no se canta como se cantaba ayer, y es que pocos como ella con la autoridad para soltar dicha frase. Lhasa se encargó de rescatar y re interpretar el folklor mexicano de una manera excelsa (perdón Lila Downs, Lhasa te supera de calle), mezclándola con folk estadounidense, añadiéndole a sus interpretaciones un sentimiento único y profundo, que sí además a esto le sumábamos su carisma y sobre todo su sonrisa a la hora de verla en vivo, la experiencia resultaba por demás excitante y memorable. Coqueteos con el jazz, bolero, corridos e incluso algo de chanson, convierten la música de Lhasa en un verdadero festín tanto emocional como sensorial.

En el camino quedan tres discos memorables y un concierto de esos que nunca se olvidan; una noche especial en la que todo tenía que salir bien, una ciudad hermosa sirvió de escenario para una de las interpretaciones más hermosas de las que tenga memoria, Lhasa con negro impecable salió al escenario y cantó una tras otra sus canciones, las cuales junto con su sonrisa y belleza, hipnotizaron a más de alguno de los ahí presentes, al final, con la humildad que caracteriza a la grandes personas, Lhasa convivió con aquellos que se acercaban a ella, cerrando una noche única.

Lhasa se ha ido a ese lugar a donde van aquellas personas que han hecho que la existencia de otros sea más intensa, más profunda, más hermosa. Sin embargo, ella misma dijo que se quedaba hasta el final y hasta el final seguirá cantando Lhasa de Sela.

Para escuchar los discos de clic en las portadas

La llorona (1997)

The Living Road (2003)

Lhasa (2009)

1 comentarios:

Horacio dijo...

Recuerdo que esa noche de la que hablas, en Zacatecas, estuvimos un rato platicando con Lhasa y si, lo que más resaltaba era su sencillez, recuerdo que con la candidez de un compa cualquiera nos emepezo a contar de su vida en Guadalajara, donde creció, hasta mencionó el barrio de su infancia-adolescencia: la colonia Seattle.

Lhasa para siempre...