"O la fantástica historia de un catalán, una princesa azteca y una casita en los pirineos"

Le pusieron Juan, como su padre. Quizás el más común de los nombres mestizos, de los más mexicanos, y uno de los más hispanos, sin duda. Eso si, su lugar de nacimiento no es en absoluto común: Toloriu, un diminuto pueblo si somos exagerados, aunque más bien, un caserío perdido en los pirineos catalanes. Un refrán popular se refiere a este lugar, por su presencia siniestra, como un nido de brujas: "Toloriu a on les bruixes hi fan el niu". En ese lugar embrujado, el año de 1536, nació Juan Pedro de Grau y Moctezuma, barón de Toloriu y emperador legítimo de México.


Años antes, y en otro punto del planeta, su padre Don Juan de Grau se embarcaba en una de las empresas únicas y fundamentales en la historia de la humanidad: el sangriento encontronazo entre las civilizaciones americanas y europeas conocido como "La Conquista". Quizás aburrido de la pasividad y hermosa monotonía pirineica, el barón de Toloriu se embarca con Hernán Cortés en la guerra por conquistar el imperio azteca. Apoyados por las decenas de pueblos que permanecían bajo el yugo de la hegemonía mexica, los españoles logran el dominio del antiguo México.


El nada flamante barón, con su título de nobleza equivalente en la actualidad a ser un nuevo rico, conoce en sus andanzas de conquistador a la mismísima hija del emperador Moctezuma, la princesa Xipaguazin y en ella ve su oportunidad para entrar al jet set ibérico. Me lo imagino perfectamente, cogido de la cintura de la princesa, y navegando en una trajinera por un canal de la gran Tenochtitlan. Ahí, soñando con su llegada a tierras catalanas , seguramente fantaseaba con las caras de envidia que pondrían los nobles de su comarca cuando el se apareciera cogido del brazo de su esposa, a la cual presentaría como "la princesa heredera del imperio azteca", ¡Ostia nen! dirían barones, marqueses y príncipes por igual.


Pues dicho y hecho, unos años después, ya con la nobleza ibérica luciendo reinante en la ahora llamada Nueva España, nuestro arribista Barón vuelve a su querido (y aburrido) Toroliu. No viene solo, como había fantaseado, sino acompañado de la ahora llamada María Xipuaguazin de Grau-Moctezuma y con ella, su hermano, príncipe azteca obviamente. Los acompañaban un séquito de esclavos indígenas, los cuales se paseaban calle arriba, calle abajo por la única "avenida" del caserío. En el corazón de la montañas, el séquito real desplegaba, sin mucho éxito público, su complicada ornamentación compuesta de plumas de colores, cuentas de oro, escudos, inciensos. Si Beckett no hubiera patentado aquello del "teatro del absurdo" esta teatralización podría haber sido el performance pionero del género.


Un año después del nacimiento del primogénito Juan Pedro, sin duda el primer mestizo de los pirineos, moriría su madre, la princesa Xipaguazin. En la parroquia del pueblo todavía yace una placa conmemorativa de su muerte, el 10 de Enero de 1537.


Es curioso como en la actualidad, cuando muchos catalanes hablan de "la conquista de América", siempre se refieren a ella como un evento ajeno, en el cual solo participaron "los otros", los archi-enemigos españoles, cuando, tratándose de oro, a los catalanes históricamente no les ha importado mucho el hacer buenas migas con españoles y si no, que le pregunten a ese Tenochtitlan montañes que son las ruinas de piedra del Toloriu...


Por otro lado, también es curioso constatar como cuando se habla de los "pueblos originarios de América" siempre se habla de ellos en términos victimistas y se obvia el hecho de que en México, al igual que en España, había una nobleza altamente jerarquizada, y que hasta cierto punto hubo un especie de "identificación de clase". En mi opinión, no sería descabellado argüir que lo que paso en México fue el cambio de una elite por otra, una española por una azteca, y que en este "acuerdo", a la nobleza amerindia siempre se le respetaron ciertos privilegios y que incluso hubo una relativa fusión de noblezas.


Lo que nunca cambió fue la situación del pueblo indio "raso": esclavos con los aztecas, esclavos con los españoles. Dotar a las antiguas civilizaciones mexicanas de un halo de benevolencia comunistoide no sería más que un efecto de la nostalgia por una especie de "paraíso perdido" , o bien, un mito New Age.


A más de cinco siglos del romance entre Xipuaguazin y Juanito el de los pirineos, se cuentan por miles los descendientes de esta unión que se exhiben como "auténticos" herederos del "Reino de Moctezuma" en España. Para conservar sus privilegios ostentan kilométricos nombres como el de esta señora: María de los Ángeles Fernanda Olivera Beldar Esperón de la Flor Nieto Silva Andrada Moctezuma. ¿Cual es el privilegio de mantener el apellido Moctezuma? para algunos, será tan solo el caché de saberse fantasiosamente pertenecientes a una estirpe imperial, pero, hasta el año 1934 también tenían el privilegio de recibir la llamada "Pensión Moctezuma" que otorgaba el gobierno mexicano a todos los "herederos" de.... México.


Pero si hablamos de rentabilizar el apellido Moctezuma difícilmente alguien podría competir con el príncipe Guillermo III de Grau - Moctezuma también conocido como el Chevalier L. Vidal Pradal de Mir en su faceta de líder de los “Caballeros de la orden de la corona Azteca de Francia”. Durante los psicodélicos sesenta era posible encontrárselo caminando por las calles de Barcelona ofreciendo sus títulos nobiliarios a conocidos y extraños.


Su panadero, el señor Ramón March, fue nombrado "Pastelero de honor de la corona azteca" en el año 1974 y es posible imaginar a Guillermo III en su panadería de la esquina, ungiendo a Don Ramón con la baguette recién comprada en una mano y el cetro azteca en la otra. Unos años después, el ilustre Guillermo III de Grau-Moctezuma sería denunciado por vender títulos nobiliarios falsos, su rastro termina en Andorra, a donde huyó para escabullirse de la justicia española.....